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El Chantecler

  • Foto del escritor: La Señal Música
    La Señal Música
  • 14 may 2021
  • 9 Min. de lectura

Por Walter Piazza y Hernan Jaureguiber


Dejamos atrás al Armenonville y el Palais de Glace, salones tangueros bisagras en la evolución social y en la evolución social del género. Allí surgió la Guardia Nueva, de la mano de Arolas, el “Tigre del Bandoneón”, por quien hicimos un alto para evocarlo de manera especial y a los hermanos De Caro, quienes afianzaron toda una época.


Nuestro rumbo sigue, ya en la senda de los años 20, con la música renovada, e ingresamos a otros templos tangueros, aproximándonos al climax de la década del 40, con el Marabú, el Tibidabo y otros ámbitos donde llegó a la cúspide nuestro Tango. Pero hoy hacemos escala en uno que tempranamente se convirtió en sinónimo de esplendor del 2 x 4: El Chantecler.


HJ: El Chantecler abrió sus puertas en Diciembre de 1924. Su propietario era un tal Charles Seguin, de quien poco se habla y sin embargo era un verdadero Zar de la noche porteña y un inversor diversificado en otras actividades. El hombre explotaba distintos reductos de la noche, en ambas orillas del Océano Atlántico y repartía su inversión entre París y Buenos Aires.


Fue un destacado magnate de la noche e impulsor de decenas de rubros, tan sagaz y notable administrador, inexplicablemente, tras su muerte, como si no hubiera previsto u organizado el destino del fruto económico de sus esfuerzos, su riqueza se desmoronó como un endeble castillo de naipes.


Lo cierto es que la permanencia de Seguin al frente del negocio era escasa y quienes lo administraban realmente, era una pareja que finalmente se quedaría con la propiedad del lugar, cuando su dueño falleciera: Amadeo Garesio y Mdme Ritana.


Garesio era un hombre vinculado al hampa, un pesado de la época. Nos referimos a él cuando relatamos la tentativa de homicidio a Carlos Gardel en 1915, varios años antes de la inauguración del Chantecler. Las razones del episodio nunca fueron esclarecidas, pero todo indica que se trató de un enfrentamiento que tenía en el medio a la Ritana, socia o amante o meretriz del matón. O todas esas cosas a la vez.


Algunos de esos roles de la mujer, enfrentaron al Morocho del Abasto con el hombre de averías. No puede precisarse si se trató de amoríos u otro tipo de asuntos. Lo cierto es que el crimen fracasó y la intentona de terminar el trabajo, asesinando a Gardel en otra ocasión, fue disuadida por otro hombre de no menos agallas, pero cuyo territorio de acción estaba del otro lado del Riachuelo, en Avellaneda. Nos referimos a Juan Ruggiero, alias Ruggerito.


Ruggerito era el pistolero de Avellaneda, al servicio de Alberto Barceló, intendente de esa localidad y miembro del Partido Conservador. Como ocurría en el Abasto con los hermanos Traverso, al servicio del Senador Benito Villanueva. Cercano a ambos vínculos, estaba Carlos Gardel, de muchachito y de hombre joven, en uno y otro caso cronológicamente. Ruggerito explotaba prostíbulos en Avellaneda, era amo y señor de la comarca y extendía su fama en la Capital Federal y en el resto de la Provincia de Buenos Aires.


Acabaría sus días de un balazo por la espalda en el año 1933. Es una referencia popular intensa en la región y pese a los casi 90 años transcurridos, su tumba en el cementerio local es un verdaderos santuario, con velas, pedidos, promesas y toda clase de rituales populares. A metros esta la bóveda de su jefe político, Barceló, que luce el frío de las placas de bronce, pero ninguna idolatría.


Volviendo a nuestro asunto, parece ser que fue Ruggerito quien sacó la cara por su amigo y protegido, Carlitos, y le hizo a Garesio una oferta que no pudo rehusar, como sintetizaba Don Corleone. Y el asunto concluyó allí.


La otra administradora o dueña del Chantecler era, como dijimos, Mdme Ritana.

La mujer había echado buena regenteando distintas casas de tolerancia en Buenos Aires.

Había llegado proveniente de Italia y al frente de varios prostíbulos, también fue conocida con el seudónimo de Jeannet. Pero fue con su apellido real y en el Chantecler, como Enrique Cadícamo la inmortalizó en la letra de Adiós Chantecler.


Y es que adosada a Garesio o viceversa, nunca se sabe, el binomio aparece como Alma Mater del nuevo lujoso Cabaret al que nos referimos hoy. Ubicado en la calle Paraná 436, a metros de Corrientes, entonces angosta, desde la puerta presentaba un lujo de pretensiones parisinas.


Tenía una dársena para que arribaran los automóviles y los concurrentes pudieran descender, atendidos por un portero empilchado con galera que les abría la puerta y les daba la bienvenida.


El nombre Chantecler, es el típico afrancesamiento que sugiere varias cosas: Paris con su apogeo de la noche, su vinculación eterna como segunda capital del tango, meca de todo porteño con pretensiones de éxito, y por sobre toda las cosas, sofisticación. Los tanguero suelen afrancesar hasta sus nombres cuando adoptan un pseudónimo. Y Chantecler sería “Canta Claro”. Existió en Montevideo un peringundín con ese nombre, pero no podemos tener certeza que fuera una copia del nombre del lugar o una coincidencia.


Ya seguiré con la descripción del lugar. Pero ya adentro, el brillo no era el oropel de su decoración, sino del tango. Allí brilló con distintos intérpretes y allí resurgirá como ritmo bailable. Acomodo la yerba, cebo el mate y dejo a mi compadre, Walter para que nos hable de la música, allí adentro del Chantecler.


WP: Bueno cébese un mate entonces y largue la guitarra. Que para música ya tenemos bastante si entramos al Chantecler. A partir de 1924 desfilaron infinidad de músicos y cantores, y ya se sabe quién fue el que más destacó su presencia. Vamos a intentar nombrarlos y aproximar una definición de ellos. Hagamos como un ritual para que cada uno de esos espíritus se haga presente y dejemos para el final de la nómina al hombre fuerte, musicalmente hablando.


En la inauguración engalanó la noche Julio De Caro y su orquesta. Justamente el mismo que nombrábamos debutando en el Palais de Glace en la década anterior. Ya dijimos que De Caro y su sexteto es bisagra en el género, que pasa de Guardia Vieja a Guardia Nueva, y precisamente en esa evolución llega en la década del 20 al Chantecler.


De Caro, ya un músico consagrado en 1924, actúa en el cabaret hoy evocado. Julio De Caro forma su sexteto con bases ya bien definidas, tras curtirse con maestros como Arolas, Firpo, Fresedo y Cobian. Un sonido nuevo para aquel tiempo, junto a su hermano Francisco que revoluciona desde el piano con solos a capela y la gravitación de aquellos dos primeros bandoneonistas que fueron Pedro Maffia y Luis Petrucelli y en el contrabajo Leopoldo Thompson . Esta formación o sea el formato sexteto, lo va a mantener De Caro por 10 años, alternándose músicos como Pedro Laurenz, Armando Blasco y su hermano Emilio De Caro, entre otros.


El Chantecler estuvo abierto 35 años y en su salón lucieron distintos ritmos y virtudes:

Eduardo del Piano: músico bandoneonista, arreglador y director, se lanzó a mediados de la década del 40 cuando Ángel Vargas se desvincula de Ángel D’Agostino, formando orquesta para acompañarlo. Años después prosigue con otros intérpretes como Mario Bustos y Héctor De Rosas.


Carlos Di Sarli: Si bien está totalmente identificado con la Boite Marabú, su paso por El Chantecler, fue para marcar diferencias en los ritmos bailables del tango. Di Sarli, pianista y director de gran prestigio, engalanaba las pistas para exquisitos baldoseros de charol. Joaquín Do Reyes: músico, bandoneonista, director de larga trayectoria, actuaba siempre en cabarets con muy buenas formaciones y especialmente en actuaciones radiales.


Atilio Stampone; Músico, pianista de la hornada renovadora a partir de la década del 50.

Leopoldo Federico: Maestro, bandoneonista con trayectoria, en una época que ya poco se bailaba el tango, pero consigue el espaldarazo del público cuando es convocado por Julio Sosa a que lo acompañara con su orquesta.


Héctor Varela; Maestro bandoneonista, muy ligado al lugar por haber pertenecido casi 10 años, como primer fueye de quien ya vamos a hablar, amo y señor del lugar. Cultivo un ritmo muy parecido al más característicos de los ejecutantes del Chantecler….


HJ: Bueno pero ese es el plato fuerte y se trae más de una anécdota y polémica. Un personaje. Pero no era el único personaje del lugar. Además de Garesio y La Ritana, el lugar fue cita de infinidad de personalidades que le dieron vida, mística y mitología al Cabaret.


El presentador era un hombre mulato, ya una rareza en el Buenos Aires del Siglo XX. Se lo conocía como “Principe Cubano”, pero lo cierto es que era nacido en 1880, en el sur del Gran Buenos Aires, tal vez hijo de algún sobreviviente de los últimos mulatos muertos en la Guerra del Paraguay (de la Triple Alianza o la Triple Infamia). Su nombre Ángel Sánchez Carreño.


En el guardarropas, encontrábamos nada menos que a Pepita Avellaneda, un lugar humillante, digno del argumento de varios tangos, si tomamos en cuenta que se trataba de Josefa Callati, una Uruguaya a quien se atribuye ser la primer mujer en cantar un tango.

Pepita Avellaneda nacida en 1874, había llegado a Buenos Aires cuando se moría el siglo XIX y actúo en cuanto piringundín de la Boca encontró, realizando presentaciones muy cerca de la pornografía.


A la par del ascenso social del tango, le llegó su cuarto de hora en los salones del Armenonville, El Palais de Glace y otro cultor del grotesco la incorporó a su compañía: El gran Florencio Parravicini.


Pero como el personaje de la Mireya o el de Vieja Recova, la mala suerte y la vejez le jugó una carta brava y su declive la llevó al guardarropas del Chantecler, donde más de un jailaife veterano, la reconocía entre los tapados de armiño que allí se amontonaban.


WP: Bueno, Carreño se dice que fue el autor de la frase aquella del Rey del Compas, el Rey de los bailarines y el Rey del Chantecler. Ya es hora de nombrarlo. Juan D’Arienzo.

D’ Arienzo es un hombre que por sus características musicales abrió fuertes polémicas y opiniones a partir de un cambio estilístico en el ritmo de su orquesta.


Este momento musical ocurre según se cuenta, en una travesura que hacen sus músicos incentivados por Rodolfo Biagi, quien era el pianista de la orquesta en ese momento. Aprovechando que D’Arienzo en la entrada de la primeras horas de la tarde no estaba (se iba a dormir la siesta cuentan algunos) es que Biagi le dice a sus compañeros, si se animan a seguirlo en un marcato diferente, haciendo apoyo sobre todo en los bandoneones y el piano repetitivo en notas enérgicas. Fue así que probaron y salió todo el mundo a bailar.


Cuando regreso a las horas D’Arienzo y se preparó a dirigir como hacia habitualmente, la orquesta toco como lo hacían siempre, a lo que el público comenzó a silbar diciendo que tocaran como lo habían hecho toda esa tarde.


Ahí fue cuando D’Arienzo se acercó a Biagi y le pregunto qué macanas habían realizado, Biagi y los muchachos tocaron para que D’Arienzo escuchara y este ni lerdo ni perezoso al ver la respuesta de los bailarines, desde ese momento y hasta su muerte en 1976, nunca abandonaría aquel ritmo enérgico y de compás.


Fue, como dije, el presentador Sánchez Carreño quien lo bautizó “El rey del Compás” a lo que D’Arienzo retribuyó, nombrándolo a su anunciante como el Principe Cubano. Podemos decir que en el primer film argentino sonoro, “TANGO”, se puede apreciar en un pasaje del film, al cabaret en su esplendor, su pileta de natación, sus pistas de baile y lujos en vajilla y decorados, en el palco la orquesta de D’Arienzo interpretando el tango “Chirusa”.


La película es del año 1933 y entonces la orquesta sonaba diferente y más reducida en su formación de la que hablamos en 1935. Otro detalle del film, es la única aparición en donde se lo ve a D’Arienzo ejecutando el violín, porque poco tiempo después, ya se lo verá siempre dirigiendo y casi haciendo un show en sus actuaciones, donde infundía con gritos y miradas cómplices con el público, para que la orquesta sonara con mucha fuerza y sus cantores muchas veces no podían terminar de cantar, por la tentación en risas que Juan se encargaba de provocar.


HJ: Fueron muchos los cantores que entonaron en el Chantecler, pero como ya se dijo, el cabaret destacaba por ser un palacio para los bailarines. Era un verdadero variete circense, en donde desfilaban acróbatas, magos, transformistas y hasta contaba con una pileta climatizada donde se lucían bañistas exhibiendo sus destrezas. Solo faltó Esther Williams.


Su barra permitía la vista a las tres pistas de baile y sus palcos eran una amplitud inusitada, donde el cliente podía beber y cenar en ellos y hasta bailar. Como lo evoca Cadícamo en su tango, “El Palquista”, podía cerrar su exclusivo lugar mediante pesadas cortinas de pana roja y como si fuera poco, contaba con teléfonos para ordenar su consumición con total intimidad.

El declive de este templo sobrevino con el saqueo cultural y del otro que llegó en 1955, cuando la malaria y el abandono deliberado de nuestras costumbres, instalaba una “ola nueva”.


Hacia el final de los 50 el Chantecler dijo basta y en 1960, la fría piqueta lo redujo a escombros, como reza el pesar de su tango más evocativo. Junto con el Chantecler brillaron otros salones y cabarets. A ellos iremos en nuestros próximos encuentros.




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