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“Tocar” a Distancia

  • Foto del escritor: La Señal Música
    La Señal Música
  • 30 oct 2024
  • 5 Min. de lectura

por Hugo Fernández Panconi.


Uno de los mitos más difundidos en el mundillo (extra) musical es el del pacto con el Diablo. El mismo consiste, grosso modo, en entregarle el alma a cambio de volverse un virtuoso o una virtuosa en la ejecución de algún instrumento. Más allá de lo antojadizo (sólo pasa con los músicos; pintores, poetas y demás ramas del arte no gozan de esta relación) o espurio del asunto, daría la impresión de que el Diablo anda escaso de seguidores y en campaña de reclutarlos, cosa por demás inverosímil en los tiempos que corren.


Unos años atrás en mi pueblo, un tal Tete Luna, atrajo la atención tocando la guitarra como los dioses (el Diablo aún no hacía su entrada). El tipo se presentaba solo o acompañado, en fiestas, peñas y cualquier otro lugar donde lo invitaran, y cautivaba al público con un repertorio pleno de veloces repimporoteos ─ típicos de la técnica de “alza púa” ─, y muy apreciados en nuestra región. Ejecutaba, por ejemplo, “Pájaro campana” (en una parte, hasta pisaba las cuerdas con un vaso ─vacío, aclaremos─), o el tango “9 de julio” (cuya reexposición echaba con el instrumento colocado detrás de la cabeza, sobre el hombro, como si fuera un tacho de cosechador de uva), y arrancaba violentos aplausos y eufóricos gritos de ovación. Hasta ahí podía ser o, de hecho, era uno más. Uno de tantos guitarreros capaces de deslumbrar con su habilidad, y con menos pudor a la hora de intentarlo, como ya se ha visto, o dejado escrito. Pero la cosa es que, en un momento dado, en el Barrio Arizu y sus alrededores, empezó a correr la especie de que era capaz de tañer la viola a distancia. De ahí a concluir que era uno de los pactantes diabólicos quedaba un pequeño paso, que casi todo el pueblo dio con mucho gusto.


Hoy en día el Tete ya es finado, pero el mito lo sobrevive. Aun los vecinos más circunspectos no dudan en afirmar que lo vieron, es decir “lo escucharon” y que el sobresalto que aquello les produjo, no es cosa de tomar a la ligera. Nadie puede citar cuál o cuáles temas escuchó interpretados de esa extraña manera, pero aseguran que se notaba que el Tete era el que estaba “tocando”, aunque la guitarra sonara en otra parte, no siempre visible, pero en las proximidades del ejecutante.


El bueno de Fernando Infante Lima, al que le comento telefónicamente sobre el personaje y la posibilidad de reseñarlo en una de mis estampas para La Señal Música, me espeta, inquisitivo, su desconfianza.


“¿Por qué razón el Diablo tendría que hacer ofertas tan tentadoras a cambio de almas que ─teniendo en cuenta (en muchos casos) el talante de quienes las portan─, no se puede decir que serían excepcionales ni mucho menos?”


“¿Cómo se explicaría esta generosidad del Maligno al andar repartiendo talentos impares entre pobres infelices de los que ya debe estar atiborrado el infierno?”


Algo vacilante después de la comunicación con el “Dire.”, dejé pasar unos días y decidí de todos modos, completar la estampa proyectada. Apoyándome en aquellos (sus) interrogantes, y eventualmente aludiendo o eludiendo al consagrado binomio: Ciencia vs. Creencia, salí a consultar el punto de vista de algunos vecinos notables.


El primer entrevistado fue don Pedro Gerardi Chesi (Profesor de música jubilado que aún suele deleitar a sus parroquianos ejecutando completo el Libro N.º 1 de los Estudios para piano del gran maestro Franz Czerny), explica: “Esta cuestión de la venta o entrega del alma al Diablo es una metáfora creada por el pueblo, siempre crédulo, que intenta explicar un talento extraordinario, pero más bien termina explicando la total falta de referencias, por no decir lisa y llanamente, la ignorancia de los incautos asombrados.”


El Dr. Roberto Diaz Colodrero, por su parte, confiesa sin ambages que conocía el rumor del pacto Lucifer/Luna y, por supuesto, no le merecía el más mínimo respeto; además, se echó a reír con ganas cuando ─al enterarse de la identidad del internado─, le tocó atenderlo en el hospital de Jaime Prats, (el Tete se recuperaba de un ACV), pero algo pasó allí, que ya no le hace tanta gracia.


El guitarrista había solicitado ─por señas gestuales, dado que su hablar era inentendible─ la compañía de su instrumento; el que le fue alcanzado por un mozo, que las enfermeras describen como servicial y retraído (al profundizar no deciden si definirlo como sobrio o sombrío), que rondaba siempre alrededor del Tete Luna, como si fuera su propio satélite.


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Un día el doctor y su personal oyeron una música cercana, cruda, sin envasar, y acudieron prestos a la cama de nuestro músico que, sin embargo, estaba tan quieto como acostumbraba últimamente. La guitarra sonaba, pero en una habitación contigua y “Tito” Diaz Colodrero jura y perjura que fueron todos en pos de aquel sonido y allí estaba ella…


─ ¿Sonando sola?, ─ consulté más que intrigado.


─ “Todavía resonaba, pero ya no siguió… Tal vez nuestra súbita intromisión la intimidó, creo, no sé…” ─ Cerró su aporte el atribulado facultativo.


Tuve también la oportunidad de consultar al trovador romántico realdelpadrense, Roberto Carlos Rinaldi. Éste asegura que trató al Tete, que era muy talentoso y el hombre más mentiroso que conoció en su vida. Dice que refería anécdotas al estilo de Don Verídico, o del otro popular vate segoviense, Rubén Edgardo Giménez Agüero; como que una vez salió a caballo de serenata y fue levantando amigos y serenateados, y a la mañana siguiente eran once tipos arriba del caballo. El noble rocín había estirado su lomo para que cupieran todos montados y él, el Tete, que iba adelante, todavía tenía espacio para tocar su guitarra...


Por fin, una fuente que pidió no ser mencionada, afirma que convivió algunos años con el Tete y que eso de “tocar” a distancia, para ella comenzó después del accidente con la rastra de discos, que casi le arrancó una mano. Cuenta que ella le pedía que, poco a poco, intentara tocar de nuevo para que, el pobre, no sucumbiera a la depresión.


─ “Un día, entro con los alimentos para cocinar y lo veo de espaldas, sentado a la mesa y con la guitarra. Tenía el grabador enfrente y estaba tocando “Taquito militar”. Sentí una alegría inmensa y cuando fui a abrazarlo me di cuenta que sólo movía la mano derecha. La izquierda, todavía vendada en la muñeca, le colgaba muda al lado del cuerpo. Me miró con los ojos brillosos y yo me espanté bastante. Nunca volvió a ser el mismo”


Perplejidades y suspicacias al margen, podríamos concluir transitoriamente que, habiendo tantos intérpretes que cantan “con el corazón” o “con toda el alma”, ¿por qué no pensar que el Tete usó la suya, aún empeñada, para sustituir sus manos en el (por su parte ya bien endemoniado) arte guitarrístico?


Lo que no me deja ninguna duda es que, si antes concitó tanta atención, hoy, en el apogeo de lo virtual, triunfaría con total desmesura. Cambiando el repertorio, eso sí.


Con todo y para finalizar nuestro abordaje a este misterioso fenómeno espacio /sensorial, nos queda la fuerte impresión de haber confirmado una vez más que, en el vasto mundo de las creencias, para aseverar un incomprobable, no hay nada mejor que sumarle otro.



"Tocar" a Distancia (playlist)




La Señal Música (spotify)


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